El jardín, expresión de arquitectura viva
La tarea del paisajista no es meramente estética sino el manejo integral del espacio, creando sensaciones y vivencias.
Un jardín debe tener carácter, no debe ser una colección de plantas dispuestas con algún criterio, sino que debe denotar orden y tener una clara lectura espacial.
Cada jardín es una expresión individual y la respuesta a una serie de particularidades.
Inicialmente, hay que descubrir el espíritu del lugar, cimentado en su clima, su paisaje, el sistema de visuales imperante, las plantas que ahí crecen, su cultura tradicional y, paralelamente, la expresión contemporánea de esa cultura.
Es muy importante propender a crear un estilo regional. El registro de todo aquello que hace único a cada lugar puede ayudar a definir la identidad del mismo.
El diseño debe responder a las necesidades del lugar, las personas y la arquitectura. El objetivo es crear un espacio estético pero funcional, que permita disfrutar al aire libre, desarrollar actividades y que convierta al cliente en protagonista y no en un mero espectador.
El jardín surge de una idea, primero se piensa en su estructura, su forma, su configuración espacial y se dejan para más adelante las composiciones de especies, texturas y colores.
Es interesante la visión serial de los espacios, que permite descubrirlos de a poco, transitar de uno a otro extremo del predio, experimentando situaciones de misterio, expectativa y asombro.
Ayuda en su composición la incorporación de puntos focales, los cuales actúan como polos de interés que detienen la mirada, generando pausas necesarias para evitar la impresión de mezcla indiscriminada y ordenan el conjunto. Puede ser una planta, que deberá contar con alguna característica distintiva que le permita destacarse dentro del esquema general o algún elemento extra vegetal.
Las siluetas de los árboles y arbustos definen el esqueleto de la composición: grandes masas de pocas especies. Las herbáceas y florales son el relleno de esa estructura. Además de aportar colorido, contribuyen a lograr el aspecto informal, libre y suelto, propio de la naturaleza.
Los arboles son sagrados. Podemos incorporar algunos de crecimiento rápido para que se vaya leyendo la estructura del jardín (y calmando la ansiedad de los clientes) pero no debemos olvidar incluir también algunos majestuosos, aunque de crecimiento más lento, como un legado para las generaciones futuras.
Relaciones de figura y fondo, armonías y contrastes de formas, colores y texturas de las especies vegetales, opacidades y transparencias, luces y sombras, perfumes y sonidos, contribuirán a otorgar al espacio belleza y encanto.
Las plantas son las que priman y es el esplendor de la naturaleza el que debe hacerse evidente, pero complementar la escena con objetos inertes (un banco, una escultura o un grupo de macetas) ayuda a imprimir un carácter especial al diseño paisajista, brindándole una nota personal al jardín.
El Jardín es ARQUITECTURA VIVA, una creación en perpetuo cambio, donde el ser humano encuentra un ámbito para reflexionar, disfrutar y compartir.
María Alejandra Toro.
Arquitecta, Matrícula del CASJ N° 1171.
Docente FAUD, UNSJ, Cátedra: Morfología II y Programación Visual de Espacios Verdes.
Perfeccionamiento en “Planeamiento, Paisajista y Medio Ambiente”. UNLP.
E-mail: aletoro@live.com.ar
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